Conozcamos un poco más sobre el funcionamiento de nuestra mente. Es una forma muy simplificada pero práctica para entender un poco más qué sucede en nuestra mente ante los cambios y las situaciones del día a día.
Todo lo que sucede a nuestro alrededor es percibido a través de nuestros sentidos y es información que llega a nuestro cerebro, que luego tiene la misión de procesar. Toda esta información, inicialmente son datos que captamos, tenemos que saber que está conectada enérgicamente a nosotros, está conectada a nuestras emociones, por consiguiente, está unida a nuestras respuestas fisiológicas. Pongamos un ejemplo. Si yo veo una foto de mi sobrino, automáticamente, mis receptores visuales captan esa información y la mandan al cerebro. Éste la procesa y reconoce la imagen a la perfección y forma rapidísima. Esa información, que ahora ya tiene sentido para mí está unida a un recuerdo o a un momento de mi vida que reaparece en el presente generando en este caso una sensación de alegría por evocar un momento bonito de las vacaciones. Todo esto es un largo proceso que se produce en nuestra mente a una velocidad increíble y genera en nosotros un cambio en el estado anímico que dura unos segundos. Si a este recuerdo yo sigo añadiendo información sobre las vacaciones, mi mente sigue generando pensamientos y emociones enganchadas a esos momentos. Cuando voy encadenando pensamientos, mi cuerpo se pone en marcha a nivel fisiológico generando neurotransmisores, dopamina, sustancias unidas a mi bienestar. Esto mismo, también sucede cuando tenemos pensamientos menos positivos. El trabajo de nuestro cerebro y nuestro cuerpo es el mismo, sólo que son signos distintos.
Ahora bien, está estipulado por estudios científicos que los humanos solemos tener una media de 80.000 pensamientos diarios. Es decir, nuestra mente no para ni un momento de recibir información y procesarla convirtiéndola en pensamientos. Si pudiéramos observar con detenimiento estos pensamientos y clasificarlos según si nos producen emociones y sentimientos positivos y negativos, podríamos observar en una balanza hacia dónde se inclinan nuestros pensamientos. Un lado de la balanza sería un estado mental positivo y el lado opuesto sería el que corresponde al estado mental negativo. Ojalá, esa balanza imaginaria siempre se decantara hacia el lado positivo, pero sabemos que no siempre es así.
Nuestra mente es muy compleja, pero al usar el ejemplo de la balanza vamos a tener un recurso que os pueda ser útil a la hora de identificar vuestro estado mental. Simplificando, nuestra mente podría estar en estado mental positivo, que llamaremos estado mental Reto o podría estar en el estado mental negativo, que llamaremos estado mental Amenaza.
El estado mental de Reto es un estado en el cual, aunque tengamos una nueva situación o un cambio delante, vamos a ser capaces de estar tranquilos, vamos a tener calma para poder centrarnos en la tarea, vamos a estar concentrados y así estaremos dirigiendo nuestros recursos mentales y habilidades hacia ese reto y objetivo que es solucionar la nueva situación. En este estado, digamos que quien está al mando es el amor y trata de que veamos la situación como una tarea a resolver y superar con nuestros recursos y tomando decisiones.
En estado mental de Amenaza, sucede más bien todo lo contrario. Este estado mental está lleno de miedo, de preocupación y pensamientos negativos. Nos genera estrés y ansiedad y ello nos lleva a obtener un bajo rendimiento ante la tarea que tenemos delante. Trabajando en este estado es difícil concentrarse y tener a nuestro servicio nuestras habilidades y potencial de trabajo para gestionar dicha situación y, normalmente, los resultados que obtenemos son mediocres, pues estamos en un estado de alerta y reactivo emocionalmente.
Está claro que a todos nos encanta estar en el estado Reto, pero muchas veces no es así. ¿Qué es lo que tenemos que tener en cuenta? Hemos de aceptar que ambos estados son nuestros y puesto que lo son, hemos de respetarlos y gestionarlos. Algo muy importante es que, si estamos en amenaza, no debemos tomar decisiones. Seguramente seamos impulsivos y reactivos al miedo. Lo crucial de todo esto es saber en qué estado estoy en cada momento y, si no me gusta ese estado, es mi responsabilidad cambiarlo. Si empezamos a funcionar con un poco más de calma y poniendo atención a nuestro estado mental, nos será fácil identificar el estado en el que estamos. En estos momentos es cuando tomaremos la decisión de parar, respirar y volver al estado mental reto para abordar la circunstancia aprovechando todo nuestro potencial para conseguir el mejor resultado.
Recuerda que todo esto es cuestión de práctica, así pues, ponte a ello y practica el arte de ser y sentirte bien contigo.
Paloma Uriarte González.
Psicóloga experta en neuropsicología clínica, diversidad funcional, inteligencia emocional y terapeuta Gestalt.