Tras 12 años como psicóloga y terapeuta, me doy cuenta que muy poquitos pacientes han venido a consulta por el motivo que realmente les causaba malestar emocional. A veces no es fácil. Vivimos en una sociedad en la que el psicólogo no termina de estar bien aceptado y a través de estas palabras, quiero que conozcáis qué es un espacio de terapia y qué hace un psicólogo.
De entrada, voy a hacerte esta pregunta: ¿alguna vez has pensado si te vendría bien ir a terapia? ¿Alguien te lo ha planteado? Puede ser, pero es algo que nos da algo de respeto, pensamos que no es para tanto, no es tan grave lo que nos sucede, yo puedo con ello, etc.
Un error muy común respecto a la terapia es el pensar que el psicólogo está para solucionar los grandes problemas de las personas. Y con ello me refiero a depresiones, enfermedades complejas, diagnósticos de salud mental, esquizofrenias, etc. Lo cierto es que los psicólogos estamos para acompañar y trabajar en estos procesos, pero si hiciera un cálculo estimado, aproximadamente el 80% de las personas que acuden a terapia es por pequeñas circunstancias del día a día a las que no han prestado atención y se les han ido acumulando hasta que llega un momento en el que nos restan mucha energía y nos generan malestar emocional. Estoy hablando de una mala decisión, una discusión, un malentendido, un pensamiento repetitivo… de pequeñas cosas pero que son habituales en nuestro día a día.
Todos conocemos la expresión “Es la gota que colma el vaso”. A todos nos ha podido pasar en algún momento; acumulamos cosas pequeñas sin dar importancia o sin ser conscientes de ello, pero luego, sucede algo e insignificante y nos desbordamos. No saltamos por esa tontería, sino por no haber prestado atención a esas pequeñas cosas que creíamos insignificantes pero evidentemente nos han pasado factura. Si te ha pasado alguna vez, es como transitar por unos instantes por un episodio de enajenación mental, pues entramos en modo reactivo y explosivo. Luego viene la culpa, el tener que disculparnos, reparar el lío provocado, etc.
Lo que está claro es que podríamos habernos ahorrado todo esto. Puede que vivamos muy deprisa y el ritmo frenético nos convierta en supervivientes ante las circunstancias que nos rodean. Lo ideal es que pongamos esta energía en vivir plenamente y cambiemos un poco el enfoque, pues no es necesario ir al límite.
Desconozco vuestro concepto de felicidad, pero dudo que sea este. Esto es algo en que ayuda la terapia. Nos ayuda a plantear nuestras verdaderas necesidades, nuestros propios objetivos, redefinir nuestros propios conceptos.
¿Por qué nuestras verdaderas necesidades? Porque hoy en día a veces tenemos algo de cacao y no sabemos identificar con claridad las necesidades realmente mías y las que la sociedad, la familia y terceras personas nos marcan.
¿Por qué nuestros propios objetivos? Hoy en día no tenemos claro si una circunstancia es mía o pertenece a otra persona. No conocemos bien los límites y no sabemos hasta qué punto unas circunstancias son responsabilidad mía o no.
Y respecto a la definición de conceptos, ni os cuento… Aquí entra en juego muchas variables como son los valores, las creencias, el aprendizaje, nuestras experiencias, influencias culturales, etc y de ahí salen nuestros conceptos.
La misión del terapeuta es apoyarnos en la búsqueda de coherencia entre lo que pensamos, sentimos y nuestra conducta. Porque la coherencia es sinónimo de salud. Si siento que quiero algo, lo pienso, pero no actúo en esa línea, me sentiré insatisfecho. Para ello muchas veces es necesario redefinir nuestros conceptos, hacer “limpieza mental” y resetear para actualizar y estar al día.
También quiero hacer mención a la gestión de circunstancias nuevas, por las consecuencias que pueden tener en nuestro estado anímico y mental. Ante cambios repentinos y situaciones complejas, el terapeuta nos guiará para poder vivir esta situación con una actitud proactiva, con calma y entendimiento para poder vivir dicha experiencia desde la verdadera aceptación. Así poder usar esas circunstancias como experiencias para generar oportunidades para crecer y desarrollarnos personalmente.
Por tanto, el espacio de terapia es un espacio de comprensión, de información, es un espacio neutro donde poder observar detenidamente nuestras emociones y pensamientos, es un espacio donde si uno quiere, todo es posible. Es un espacio para aceptarnos y aprender a poner en marcha nuestros recursos para crear nuestro día a día aumentando nuestra calidad de vida y todo ello a través de practicar el ser y sentirte bien contigo.
Paloma Uriarte González.
Psicóloga experta en neuropsicología clínica, diversidad funcional, inteligencia emocional y terapeuta Gestalt.